EL
FANTASMA
Con este personaje llegamos al
final de la serie. Ha sido liberador poder contar todo esto; he intentado dejar
los patrones de conducta lo más claros posibles para que quien lea las
historias, pueda identificar esas señales. Este es el objetivo final de toda
esta empresa. Con todo, es necesario tener en mente que no todo el mundo es
igual y que, aunque en este caso haya hablado de señoros no quiere decir que
sean los únicos seres en el mundo que tengan estas características. Aclarado
esto, es hora de empezar esta última historia.
Para comenzar la sesión es
necesario un ambiente propicio: luz tenue, a ser posible de velas colocadas
estratégicamente en el espacio de la habitación; la tabla tiene que estar justo
en el centro de la mesa y para aumentar las posibilidades de contacto, lo mejor
es que haya sido expuesta a la luz de la luna llena durante al menos dos
ciclos. El incienso es también indispensable para conseguir un buen clima. Con
todo preparado, ya se puede comenzar la llamada. Igual responde alguien, o
mejor aun, puede que responda la persona a la que estás buscando. Estas
ocasiones son las más raras, pero pierde más quien no lo intenta.
Tras la lucha a muerte contra
Jeckyll y M. Hyde me olvidé un tiempo del humeante mundo de Internet y de sus
luces de neón. Abandoné todas las redes sociales y me retiré a un lugar seguro
en el que pudiera asimilar todo lo que había pasado para así poder continuar
hacia delante y no cerrar la puerta a las relaciones sociales. Estas experiencias
me han hecho darme cuenta del tipo de persona, de mujer que soy; de lo que
estoy dispuesta a tolerar y de lo que no, del poder que tengo. Me han hecho
crecer y aprender. A pesar de lo desagradables que han sido, al César hay que
darle lo que le corresponde. Nada más.
Una vez que estuve preparada de
nuevo, volví a mezclarme con la humanidad, así con minúscula, ya que al fin y
al cabo, es a donde pertenezco. Fue en esa marabunta donde encontré al
Fantasma. Al principio, su forma era tan corpórea como lo puede ser la tuya o la
mía. Era alguien tan normal como todos los demás, al menos en un principio. Tras
haber dejado claro que ninguno de los dos queríamos nada que fuera más allá de
una amistad, paso necesario y aprendido a las malas como ya sabéis, llegó el
momento de las revelaciones, en este caso físicas. Aquellos que me conocen
sabrán que soy como el resto de mujeres del mundo, con mis más y mis menos,
pero estos no me importan porque se encuentran en la mente de quien mira. Hasta
ese momento previo en el que todavía no conocía mi aspecto había ido todo bien,
pero de repente, sin mediar palabra, desapareció.
Esperé un tiempo prudencial.
Entiendo que la gente tiene cosas mejores que hacer que pasar la tarde pegado
al móvil, especialmente cuando se trabaja o se está estudiando y de igual manera
tengo claro que hay veces que la única razón es que no te apetece hablar con
nadie. Tras una semana de total silencio, me decidí a preguntarle si estaba
todo bien, así que saqué mi tablero, las velas y el incienso. Como había desaparecido,
pensé que quizás había cambiado de plano. Probé por descartar opciones y ¡albricias!,
esta vez tuve suerte y contacté con el aura que buscaba. La respuesta fue
maravillosa. Después de dar unos cuantos rodeos que acababan en frases algo
incoherentes que formaban excusas pobres y torpes, se decidió a “regalarme” la
verdad. Tanta generosidad me abruma aun a día de hoy.
Que le gustaba otra chica y que
aprovechaba todo el tiempo para hablar con ella. Que no pasaba nada, y que ya,
si eso (esto fue maravilloso), contestaría a mis mensajes. Estaba sorprendida,
¿qué tenía que ver todo eso conmigo? Me
sorprendió y mucho el tono general del mensaje. Era totalmente vacío, parecía
mecánico. He de decir que no buscaba explicaciones de ningún tipo: primero
porque nadie me las debe y segundo porque no tengo la necesidad de pedirlas. Solo
quería saber si él se encontraba bien. Curiosamente, ese enamoramiento, ya
fuera cierto o inventado solo para salir del paso, ocurrió justo después de que
me viera a mí. No digo que este fuera un factor determinante para lo que pasó
después, pero no deja de llamarme la atención. En cualquier caso y dejando de
lado las excusas, un simple, “no me interesa seguir hablando contigo” sin más
adornos hubiera bastado y de ahí, habríamos seguido cada uno nuestro camino sin
darle al otro un segundo pensamiento. Gasté el poder de mi tabla en una sesión
de la que obtuve una respuesta que, según la impresión que dio por cómo se me
hizo llegar, debería haber sabido. ¡Cuán frustrante! Ahora tendría que
exponerla a otros dos ciclos de luna llena para recargarla.
Lamentablemente, a pesar de haber
tratado con fantasmas, seres que aparecen y desaparecen a voluntad, ni soy médium
ni adivina, por lo que me es imposible conocer el futuro, amigos míos. No
obstante, antes de cerrar la sesión definitivamente, decidí que no podía irme
sin más como había hecho él, así que le mandé un último mensaje que sirviera de
despedida tanto aquí como en el Más Allá. Acepté su pobre explicación aclarando
que no me era necesaria porque las palabras que no aparecían decían mucho más
que las que había plasmado en su discurso. Dicho esto, le deseé buena suerte y
me despedí de él con un cálido “hasta nunca”. Corté la comunicación e
inmediatamente se convirtió en un torbellino de humo que mi maravillosa tabla
mágica absorbió rápidamente hasta que no quedó ni rastro de su presencia.
Teniendo en cuenta que mi fe en la
gente estaba todavía restaurándose después de la última experiencia, esta
situación me afectó más de lo que esperaba. Sus palabras y él mismo no tenían
ningún tipo de valor para mí, pero las circunstancias en torno a todo el asunto
habían sido muy tensas por las formas y el tono usados. No importa si el
mensaje se transmite por escrito o por voz, hay elementos, como esos dos, que
es necesario tener siempre en mente ya no solo por el clima que podamos crear,
sino porque aunque no lo creamos, la palabra es muy poderosa y todos estamos malacostumbrados
a utilizarla arbitrariamente y dependiendo de lo que nos convenga. La palabra
no es peligrosa, pero sí el hecho de que desconocemos cómo usarla.
¡Ah, pero qué se le va a hacer! Al
menos estoy creciendo con estas experiencias. Olvidaos de tablas, velas,
inciensos, espejos y gatos negros. Si el Fantasma desaparece, lo mejor que
podéis hacer es dejarlo ir, convertidlo en humo que para eso no necesitáis
ningún hechizo y que le vaya bien allá donde se encuentre, ya sea en este mundo
o en el otro, pero eso sí, bien lejos.
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