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"SERPIENTES BLANCAS"

 

¡Buenos días! Tras un tiempo alejada del blog por motivos académicos, ya era hora de regresar. Para esta ocasión, el reto elegido es uno relacionado con uno de mis temas favoritos, la mitología. La premisa principal era crear una pequeña historia que tuviera lugar en un espacio parecido al de un campamento, una historia de fogata pero submarina. Dio la casualidad de que me encontraba trabajando con un bestiario medieval y en él estaban las protagonistas. ¿Quiénes son? ¿Por qué las elegí? Bueno, ya lo veréis…

 

Esta es una historia que mi abuela solía contarme cuando tenía ocho o nueve años, como vosotros ahora. Era mi cuento favorito. Pero todo cambió cuando descubrí que era mucho más que el relato fantasioso de una anciana.

Todo comenzó un precioso y soleado día de verano. El sol brillaba en el cielo, limpio y claro. El mar relucía como un espejo bajo él. Las gaviotas volaban de acá para allá buscando peces que llevar a sus nidos. Los niños salían de sus casas para jugar, llenando las calles de gritos, risas y alegría. La joven, a pesar de que de su niñez ya había quedado atrás, pues contaba con dieciocho años, se sumó al alboroto de los pequeños, que se movían a su alrededor y la tomaban de las manos para llamar su atención.

Pero el cielo, cansado de tanto ruido, decidió poner fin a la fiesta. Se volvió de un intenso color gris y comenzó a lanzar rayos y truenos. A pesar del ruido, todos los que estaban fuera se quedaron mirando las caprichosas formas que los haces de luz dibujaban en el horizonte. Como vio que no era suficiente, el cielo mandó a las nubes soltar sus cargas de agua, primero con delicadeza y después con toda su fuerza. Este segundo aviso fue el detonante que hizo que pequeños y grandes regresaran rápidamente a sus casas.

Ella fue la única que mantuvo la calma y se quedó un rato más en la orilla, dejando que la lluvia aclarara la sal de su piel. Tras unos minutos se decidió, por fin, a volver. Apenas había recorrido la mitad del camino cuando el espacio sobre su cabeza se oscureció todavía más. De repente oyó un grito…

    ¡A por ella, muchachos! ¡No la dejéis escapar!

    ¡Rápido!¡Moveos de una maldita vez, ratas inútiles!

La sorpresa hizo que su capacidad de reacción quedara anulada durante unos segundos. Vio como un extraño tejido caía sobre ella y la envolvía. De repente…

    ¡Tirad, tirad! ¡Por vuestra vida, no la soltéis!

    ¡Coged los arpones y apuntad a los costados! ¡Recordad, hay que atravesarla si queremos la pieza!

Cuando finalmente comprendió qué era lo que estaba pasando, era demasiado tarde para reaccionar. Aquello que los hombres habían llamado “arpones” volaban hacia ella. Se revolvió furiosamente en su prisión, intentando esquivar las armas. Ni mi abuela ni sus captores se dieron cuenta de que decenas de pequeñas cabezas primero, cientos después, asomaban por encima del agua, con sus ojillos negros fijos en ellos. Saltaron sobre los hombres. Serpientes. Serpientes blancas aladas[1]. Sus siseos se mezclaron con los gritos de los navegantes, que soltaron las armas y corrían de un lado a otro buscando donde refugiarse del ataque, incluidos aquellos que la sujetaban.

Una vez recuperada la libertad, sintió que la rabia crecía en su interior. Quería venganza. Tal era la fuerza de su pensamiento que no se dio cuenta de cómo su cuerpo empezaba a cambiar hasta convertirse también en una serpiente blanca alada. Saltó con toda su fuerza y aterrizó sobre el rostro de uno de los asaltantes. Abrió su pequeña boca y clavó furiosamente sus colmillos en uno de los ojos del hombre, que comenzó a gritar mientras manoteaba inútilmente, intentando arrancársela. Finalmente lo consiguió, pero tiró con tanta fuerza que su globo ocular salió despedido de su cuenca, quedando unido a él solamente por el nervio.

Por eso, niños, estamos aquí, para aprender a controlar nuestro poder, para aprender a defendernos, para comprender que juntos somos más fuertes.

Pero basta de historias, ya es muy tarde. Id a descansar, que mañana tendremos un día muy duro. ¿Sabéis lo que tenéis que hacer si oís mi siseo, verdad? Eso es, salid nadando lo más rápido que podáis. Pero no os preocupéis por nada, mis valientes sirenas, mis fuertes tritones, que yo estaré vigilando. 

 


[1] En los bestiarios medievales hay diferenciación entre las sirenas dependiendo de la zona en la que estas se encuentren. En Arabia, las sirenas eran representadas como serpientes blancas aladas que podía trasladarse tanto por agua como por aire.

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